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13 de octubre de 2012
Acto de proclamación
Palabras de la Presidenta del Poder Electoral Tibisay Lucena

Dice Gustavo Pereira que todo heroísmo verdadero es subterráneo y anónimo. Y creo con él, que el domingo pasado esa fuerza de héroes y heroínas recorrió esta tierra para darnos una lección de patria y humildad.

Venezuela es un país genuinamente democrático. Hace más de una década, este mismo pueblo se permitió a sí mismo el honor de otorgarse un modelo constitucional que prefiguró la democracia participativa y protagónica. El debate constituyente sobre sus cualidades y la suerte queella correría fue uno de los más ardientes en la historia republicana. No fueron pocos, por cierto especialmente los ilustrados, quienes la condenaron y ofendieron sustentados únicamente en sus egos.

Pero desde su nacimiento, ella ha sido probada, como nunca se ha hecho en este país.Elección tras elección nuestro pueblo la ha alimentado y protegido. Ha estado con ella sin decir palabra alguna, le ha demostrado a su democracia, con hechos y con votos, una fidelidad indoblegable.

Decir participativa y protagónica implica escoger la ruta más larga y esforzada, la de la consulta permanente, la de la política cotidiana que comprende una soberanía no cedida. Es verdad que ha significado grandes esfuerzos y sacrificios, pero ante el bien de la paz, cualquier pena se disipa.

Por nuestra parte, hemos entendido que apenas podemos ser herramienta del heroísmo verdadero, por ello cada funcionario y funcionaria electoral sabe que el deber primero es con las electoras y lo electores, con los y las protagonistas, con quienes participan.

Hoy celebramo una democracia calificada dos veces, participativa y protagónica, que por fuerza del pueblo no es letra muerta. Más de ochenta por ciento del padrón electoral vota en Venezuela por libre convicción, y quien no reconozca esto se condena a quedar rezagado en la historia que escribe nuestro pueblo.

Claro está que dar vida a esta democracia supone no eludir el problema que acabó con su antecesora, y es que vivir en una verdadera democracia es aprender a convivir realmente, a mirarnos sin desprecio, porque el reconocimiento del otro va más allá de evidenciar su mera existencia; pasa por reconocer que sus intereses y planteamientos también tienen cabida en la sociedad. No hay reconocimiento alguno si se afirma que el pueblo votó obligado, que es un elector ignorante o es un elector comprado. No hay verdadero reconocimiento si no hay respeto a la consciencia y a la dignidad del otro.

La democracia participativa y protagónica supone garantizar derechos a quienes nunca pudieron ejercerlos, supone incluir a todas y todos en un registro de votantes aun cuando eso implique una amenaza a las élites, supone crear centros de votación para que nadie, sin distinción alguna, se quede sin votar porque le era imposible llegar a una mesa electoral. Supone, en definitiva, mirar a todo un país y comprender que para todas y todos hay oportunidad para la expresión política. Por ello hay que valorar justamente la demanda de reconocimiento y atención que, por décadas, millones de venezolanos y venezolanas hicieron al Estado y al resto del país, nunca olvidemos que eso nos trajo hasta aquí.

Hoy, un sector se expresa de forma similar y pide reconocimiento, es deber de todos y todas atender y construir la convivencia. Nuestra democracia participativa y protagónica es también el rescate de la política, de los partidos y de la Historia. Venezuela ha vencido al nihilismo político porque es aquí donde hemos hecho posible que en un mundo donde el pragmatismo daña la política y sustituye a los políticos por técnicos, un pueblo se permite confrontar sin violencia proyectos históricos, ideologías y modelos de país.

La sociedad que estamos consolidando debe permitir que los conflictos se asuman con respeto mutuo. Reconozcamos tambien nuestras diferencias de clase, raciales, étnicas, religiosas y de género, sin caer en el error de negarlas y menos aun negar la existencia de quienes las encarnan con rostro propio.


La paz no implica claudicar en la búsqueda de conquistas ni a la defensa de derechos, pero sí requiere enterrar la posibilidad de regresar al pasado y se debe excluir del debate nacional a la soberbia y el desprecio.


En Venezuela construimos, a pulso, una democracia palpitante. Hemos hecho uso de todas las categorías descritas en la Constitución para darle vida, y en cada ejercicio nos sorprende y fortalece. Por eso lo que ha pasado el domingo nos llena de convicción y compromiso por ella.


Ahora es responsabilidad de las dirigencias estar a la estatura de quienes votaron, de quienes han decidido nuevamente dejar en la soledad del egoísmo, a los penosos reincidentes de la antipolítica con sus egos incontrolable y sus intereses mezquinos. A ellos les digo: éste ya no es su tiempo, aquí la paz ha conquistado su lugar por la vía del voto y nunca más este país se dejará arrebatar su protagonismo por la ambición trasnochada de una minoría desfasada y violenta a quienes le debemos cerrar la puerta definitivamente.

Que los políticos hagan política, que los pueblos den el vigor necesario a esos proyectos, que siempre podamos elegir posiciones y respetarnos en la diferencia. Este país vive un momento brillante de su democracia. Todos y todas estamos llamados a respetar la vocación de las ciudadanas y los ciudadanos. Es la hora de reconocer al pueblo todo de Venezuela.